viernes, 15 de junio de 2007

/E pur si muove .... teatro en Mendoza


No suelo ir al teatro en Montevideo, observo la cartelera, y son pocas las obras que me entusiasman, por no decir que casi nulas. Como en todo hay excepciones, pero lo que marca una realidad son las generalidades, y por mencionar las que pienso que caracterizan al teatro uruguayo o montevideano (el teatro en el interior es de escasa difusión), es que es particularmente orientado al texto, con un lenguaje escénico/corporal mas bien clásico, y basado en una escuela bastante clásica por las temas abordados.

Como todo, esta es una opinión subjetiva, y llena de salvedades
para algunos, pero confieso que siento tranquilidad por decir lo que digo, sin la necesidad de ahondar demasiado en ello. A fin de cuentas llevo viviendo mucho tiempo aqui, la mayoría de los actores, obras y salas son conocidos, esto es una aldea con semáforos, y todo se sabe pronto. Y de eso que se sabe pronto, no me gusta.
No me gusta apoyar algo sólo porque es de aquí, por uruguayo, eso no es motivo suficiente de calidad, la pasividad acrítica tampoco mejora nada, o el entusiasmo chauvinista me suena más a un entramado de complicidades con feedback que a tolerancia. Es muy de la sociedad uruguaya, al fin y al cabo es un país donde el amiguismo es motivo de culto.


Es una pena que Montevideo no haya seguido a los tiempos, en realidad, el Uruguay entero no los ha seguido, y por ende, el teatro no es ajeno.
Pero una pena considerando que el Teatro Solis fue el primer gran teatro construido en Latinoamérica. Pero eso fue, pasado, yo hablo de hoy.

Hay muchas causas de lo que para mi es un deterioro del teatro nacional, uno de ellos es el económico, los elencos estables prefieren puestas en escena sin riesgos pero seguras. Y mas considerando el target mayoritario al que va destinado, gente que promedia los 50 años o más.
Esa es otra cosa que me ha llamado la atención, la cantidad de gente mayor, y pocos jóvenes que veo, bueno, los entiendo, yo voy porque acompaño a mi madre. La población uruguaya está envejecida, y eso imprime una tendencia.
El predominante tema económico hace que en Uruguay no se realicen festivales teatrales desde hace un tiempo, sino encuentros de elencos esparcidos en el tiempo lo que aumenta la falta de retroalimentación.


Basta ver la cartelera, y leer las críticas, para en general entender lo que digo.
No son pocos los uruguayos que miran a Buenos Aires y su movida t
eatral con la curiosidad de quien ve algo con poca frecuencia.

La mayoría de mis conocidos/amigos en Mendoza se dedican al teatro, y tenía curiosidad, pero no demasiadas expectativas, quizás iba demasiado curtida por la realidad teatral montevideana.

Para mi sorpresa, la cantidad de talleres, obras, y teatros de Mendoza era de gran variedad, y muy sui generis. Lo opuesto a lo que vi en Montevideo, puestas en escenas jugadas, un envidiable lenguaje escénico, obras mordaces
y originales, y mucho teatro del absurdo y poco teatro clásico.
Quizás no haya un nivel parejo de calidad, aunque en general es muy bueno, pero la sensación que me dejó es que se mueven, generan.

No están exentos de problemas, hablando con ellos se quejan que no tienen suficientes subsidios, que no reciben el apoyo que les gustaría, muchas veces no tienen la debida difusión, pero a pesar de todo la pelean y siguen porfiadamente como gallo comiendo tripa con una frescura envidiable.
Es interesante leer una de las notas a tres jóvenes directores mendocinos viviendo actualmente en Buenos Aires (Lucas Olmedo, Juan Comotti, Martin Montero), ahí sobrevuela la (auto)crítica, pero también un compromiso con el teatro mendocino que explica en parte su estado de permanente fer
mentación.

No quiero hacer una apología de la cultura del sacrificio sin réditos, sin apoyo o con escaso reconocimiento, no pasa por ahí. Solo remarco que sin dejar de ser críticos, no dejan de crear y generar propuestas, deseo que les s
irva como forma de una estratégica respuesta.

Tuve la suerte de ver un par ensayos generales, hasta los acompañé a andar atrás de vestuario para una obra de próximo estreno, y los observaba con admiración por la creatividad y energía con que resuelven las situaciones: arman escenarios, se cosen su vestuario, uno sugería traer las ollas de su casa, ya que no conseguían en otro lado, como se turnaban para quedar con una gallina que es parte de la coreografía. Discutían sus pers
onajes, su forma de insertarlos en la obra, otros mientras tanto en diferentes puntos de la sala ensayaban reiteradamente algunos pasajes con total obsesión.
Todo parecía caótico, pero no lo era, no perdían el hilo conductor, cada uno sabía que rol cumplía y en qué momento ju
gar en el propósito mayor, la obra (Das buch der zeit).
Me limitaba a observar admirada por su entrega y por la forma que juegan con su cuerpo y sus emociones, despojándose de todo su backaground para entrar en un juego de espejos con ellos mismos y en un submundo al que le aportan toda su sensibilidad por un rato.
La mayoría de ellos no vive solo del teatro, pero al menos algunos pueden darse el lujo de sobrevivir con actividades relacionadas.


Durante todo enero en Mendoza en su plaza principal, la Plaza Independencia había actividades de teatro o clowns patrocinadas por su municipalidad.

De todos modos la principal diferencia notoria y que salta a la vista entre el teatro de Montevideo y el de allá, es el carácter experimental del último, de búsqueda, búsqueda que se manifiesta en el lenguaje corporal y en sus textos. Y la tendencia propia y característica del teatro del absurdo (como si hubiera un teatro de la lógica ... ).

Quise averiguar dos cosas: la causa de esa tendencia al absurdo y las causas de la abundante oferta teatral. A pesar de que busqué de todo por internet, tengo mis teorías, y me fue difícil llegar a una conclusión que abarque
mis dudas, pero al menos las explican en buena parte..mientras me enteraba de cosas llamativas.

La mayoría de los grandes elencos porteños hacían giras a Chile, y la escala obligada era Mendoza, de ahí que el público mendocino desde muy temprano tuvo acceso a un buen teatro, de vanguardia en tendencias para su época, ya que el teatro de los elencos porteños de aquel entonces estaba influenciado por las tendencias de europeas. Se creaba un eje Europa-Buenos Aires-Mendoza.

Sumado a que esto motivó el surgimiento de críticos/escritores mendocinos como Di Benedetto que permanentemente viajaban a Europa, y que desde sus diarios actuaban como intermediarios con las tendencias culturales.

En 1949 se funda la Facultad de Artes, donde tuvieron profesores europeos que estaban radicados en Buenos Aires como Galina Tolmacheva una rusa pionera del teatro moderno,
y nada menos que a Julio Cortázar entre otros.

De los primeros egresados en 1960 de la Facultad de Artes, surgen dos tendencias claras, por un lado el teatro independiente, de perfil político y de izquierda, y por el otro un teatro experimental, una neo vanguardia del absurdo.

El teatro del absurdo y Mendoza parecen estar ligados a sus orígenes, los elencos salidos de la Faculta de Arte, tenían una predilección por obras de Ionesco y Beckett (autores esenciales en el teatro del absurdo).
Miguel Guerberoff quien era uno de los mayores especialistas en Beckett de Argentina, había nacido y formado en Mendoza, vivía en Buenos Aires e hizo esta vez al eje cambiar de sentido: Mendoza-Buenos Aires-Europa, ya que la primer traducción de una obra de Beckett que leyó la había hecho su maestra, una mendocina.

Esa tendencia al absurdo y a internalizarlo mediante la permanente búsqueda, ha hecho que el teatro mendocino tenga características muy emparentadas con el under.
Un día hablando con Lucas Olmedo un joven director del taller de laboratorio teatral Lluvia de cenizas me comentó que también se debía a que al haber muy poco circuito comercial, casi todo era under en Mendoza.

Precisamente vi dos de sus obras: El Pánico y Das buch der zeit (de esta última el ensayo general).
La primera de Spregelburd, y la segunda con la dramaturgia de Lucas Olmedo basado en el libro de Georges Tabori, Mein Kampf.

A propósito numerosa audiencia mendocina, este viernes 15 en la sala Lita Tancredi (
Montecaseros 1177), a las 22hs está El Pánico.
Y el domingo 24 de junio a las 21:30 hs en el Teatro Independencia (Espejo y Chile) Das buch der zeit.
Estas obras se dan en el marco de el Teatro va a la universidad, p
or lo tanto para estudiantes con carnet, la entrada es gratuita.

Aqui está la cartelera.

El pánico
Tiene la estética de una película de bajo presupuesto, donde hay una familia disfuncional, que intenta hablar con un muerto que era director de videos de bajo presupuesto, hijos inclasificables, policías ingenuos, una maestra de danza histérica en la Argentina de la crisis. Una miscelánea de personajes donde cada uno aporta el grano de lo absurdo y lo bizarro. Mas que el entramado de un relato y el guión, es el seguimiento de esos personajes con pequeños guiños y miserias los que aportan para trazar una historia final. Lo que me recordó a las primeras películas de Almodovar, donde la sagacidad de su observación tenía como vía el seguimiento de sus personajes y el guión parecía una excusa.
Quizás por eso sea una obra mas inmediata, además se basa en temas diversos y puntuales.
Está muy bien actuada, actuaciones bien amalgamadas, pero si tuviera que destacar un actor, sería a Darío Martínez. La puesta en escena es correcta pero interesante, y el lugar parecía el ideal para ello, La casa de los títeres (España 1029).
La obra se daba los lunes, y las dos veces que fui, estaba lleno incluso una vez quedó gente afuera. Y no es exagerado, la obra tiene todos los ingredientes para volverse una obra de culto.


Das buch der zeit
Aqui puedo hablar menos, solo vi el ensayo general, y segun me dijero
n amigos que participan en la obra, esta se fue modificando en ensayos y funciones posteriores. Desde un futuro vamos al pasado, donde un joven Adolfo Hitler recién llegado a una pensión de judíos en Viena y padece su intento frustrado por no ingresar en la escuela de artes.
Es una reflexión, sobre que hubiera pasado si..., se juega con el futuro y se hacen referencias metafóricas desde ese 'pasado' a lo que vendría.

Es una obra de muchos personajes, que copan el escenario con mucha soltura y agilidad (en algunos casos), y lo que vi, aun en calidad de ensayo, era muy bueno.
Esta sí es una obra que da espacio a la reflexión, está mucho mas presente el contexto histórico y humano, y un guión que une esas piezas.
Me impresionó una vez más Darío Martínez en el papel de Hitler, y la presencia escénica de Clarisa Sturfeighen (en una metáfora de una joven y atropellada Alemania).

Me gustaría verla ahora que hasta donde se (y parece ser), es la última función.

Por otro lado en la casa de una amiga
vi el video de la obra Un pozo de ojos, de Sacha Barrera Oro, que obvio no es lo mismo que verla en vivo, aun así la impresión que me dejó no difiere de la que aqui dice.

Para mi que vengo de un mundo binario, donde predomina mas el uso del hemisferio izquierdo que el derecho, ese dominio corporal y de trabajar las emociones es un juego interesantísimo de catarsis, al fin y al cabo lo admiro porque me costaría mucho hacerlo, porque implicaría ser yo misma pero desde otro lugar. Ahora no puedo mas que observar.

Lo que digo aquí no es mas que mi impresión de la mera observación, y lo poco que conozco, así debe tomarse, no es un estudio cabal. Y si tiene errores biográficos, al estilo open source solo haganmelo saber.
No obstante, aun con los errores que pueda tener, hay dos realidades teatrales notoriamente contrastantes que hace imposible soslayarlas.

Esa búsqueda, que va desde lo corporal hasta las búsquedas implícitas existentes en las contradicciones del absurdo, tiene un carácter muy mendocino. Al fin de cuentas son montañeses, hoscos, y la sociedad mendocina es particularmente conservadora, de muchas fachadas y de dobles discursos, con elementos que no muestran y deben descifrarse. No es raro que el absurdo sea la manera hasta por absurdo de decir lo que es. Siempre tengo la sensación que cuando me dicen algo además quieren decir algo más. Esto es personal, y no es un defecto en sí, son códigos y formas de comunicación.
No tienen la simpatía de un cordobés, del rosarino o la onda piola de un porteño, pero en esa hosquedad (aun para atender al público a veces, educados, pero hoscos) rescato una autenticidad porfiada, y la prefiero a la simpatía meramente mercantil que dicta el marketing globalizado.
























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