/fui al cine
Hace un par de fin de semanas fui al cine a ver La vie en Rose, acompañé a mi madre quien estaba mas entusiasmada que yo por verla.
La película
Es sobre la vida de Edith Piaf, vida muy compleja, vale decir que fue lo que mas me movió a ir. Desde chica en mi casa se escuchaba, y con el tiempo aprendí a apreciarla, me gusta su visceralidad interpretativa, su fuerza y la melancolía poderosa de su voz.
Su existencia no fue sencilla, y por eso desconfiaba a priori de la película, salvo el sound track que de por si estaba garantizado, dudaba de cómo se resolviera el guión. Cuando hay vidas que pasan por tantos vericuetos, es mejor centrarse en algunos de ellos para enfocarlos bien, es difícil abarcar todos los matices de una existencia compleja. En ese aspecto la película se centra en la caricatura, lo panfletario, sin abarcar todo (omite muchos aspectos), aunque es un digno espejismo porque llega a ser envolvente, ese es su mayor mérito. Uno le disculpa las fallas por pasar el momento. Quizás porque juega con la complicidad del espectador, quien va a ver una película de Edith Piaf es por lo menos alguien con mínimas referencias, y con ese simple principio, el de lo sabido y no dicho, se apuesta por la empatía del espectador mas que por la exigencia de la rigurosidad argumental. Ya que si bien se ha escrito y dicho mucho sobre Edith Piaf, no se trata de un ícono postmoderno que precisamente esté a mano, quien va, generalmente, sabe a qué va.
Por momentos la dirección me impresionó despareja, y mas bien manipuladora, alargando momentos de dramatismo, usa el recurso de la retrospectiva (eso no lo critico), y en general, tiene una buena reconstrucción de época, y un buen despliegue de maquillaje.
La actuación de Marion Cotillard tiene que ver con lograr la empatía del espectador, como balance me resultó una actuación poderosa, logró que me olvidara de la actriz y viera sólo al personaje.
Y el paseo por canciones hermosas, mi preferidas La vie en Rose, Je ne regrette de rien, Cri du coeur. Sobre todo el de la segunda al final de la película actúa como un catalizador que busca la emoción fácil, a esa altura habiendo visto parte de su vida, la letra tendría más sentido. Lágrimas garantizadas.
El discreto encanto de la burguesía o anatomía de una pseuducción
(el siguiente pasaje puede sonar prejuicioso)
Tiendo mucho a observar, a hacerme composiciones de situaciones, personas, y cuando me aburro ese reflejo se agudiza.
Hice cola para sacar las entradas, delante de mí una pareja de mediana edad para arriba, estimo superando los 53 años tal vez. El display de ambos era muy extrañamente normal para circunstancias que noto, se repiten. Ella la típica hippie reciclada, de pelo crespo, anteojos de intelectual, un vestir descuidadamente bohemio. Seguramente proveniente del campo de las letras, como mas tarde su charla lo confirmó. Tenía el carnet de Cinemateca en mano, era obvio (jej). Seguramente hace 20 o 25 años atrás habría hablado mal de mujeres que se visten sensualmente, como la mayoría de las chicas de hoy, que no están tan peleadas con su cuerpo, porque obviamente su legado feminista se lo impedía. Era la época de la militancia, las ideas, y no de lo consumista, incluso el consumo del cuerpo, aunque fuera por su propia salud, pero no se pensaba en eso en su época, o no como ahora.
Probablemente le gustaba pensar en un amante militante cantándole canciones de Silvio Rodríguez o hablándole sobre los poemas de Walt Whitman.
Y probablemente la exploración de su sensualidad estuvo mas bien descuidada, es de la generación que le tocó sacarse las capas de culpa, de la concientización, de la mujer al trabajo, a la facultad, pero bueno, es así, no pasó por un update, y se le nota.
Hablaba de su hija que se quedaría en la casa de su novio, dando muestras de la madre liberal que es, de lo bien que acompasa los tiempos, quizás como una forma hasta velada de demostrar su sensualidad-concepto, aunque su forma de vestir indica capas que aun quedan (E! Fashion Emergency 4u honey).
El, el típico representante de la clase media bien pensante uruguaya, que no le da ni para andar de hippie reciclado, pero que tiene ese dejo entre informal y confiable que lo hace lo suficientemente respetable (faltaba más). Como que oscila entre ambos porque la madurez lo hizo adaptarse, o bien, lo hizo darse cuenta que no le daba la cuerda ni para disimular rebeldía, ni mucho menos para salirse del molde. No obstante se mantiene en una honestidad bien pensante, como que conoce sus limitaciones.
Son de esa fauna que pertenecen a lo que veo en Cinemateca 18, esas parejas de mediana edad vestidas como en el Berlín de los 70.
Aun así, ambos intentaban un juego de seducción. Me tocó sentarme al lado de ellos porque no tuve elección, faltaba 10 minutos para la película, y además tenía la publicidad más lo cortos, y no pararon de hablar durante todo ese tiempo.
Las conversaciones que tenían indicaban que era una de sus primeras salidas juntos, sino la primera, intercambiaban usos y costumbres, el diciéndolas con metáforas simples, pero metáforas que sin intelectualizar, pretendían mostrar una vida con costumbres que fueron arraigadas con una convicción barnizada por la inteligencia, su cultura y decisiones muy propias (re intenso lo tuyo).
Ella hablaba sobre unas traducciones, sin salirse de su rol de intelectual preocupada y conciente, el ejercicio de la seducción mediante la personalidad de alguien a admirar (y a aburrir eventualmente). El comentó sobre un libro de Edith Piaf que le prestaría, y mas si ella tanto conocía de la cultura francesa, primer signo caballeresco seductorio, le reconoce sus méritos intelectuales, mecachendieu, temblé, lo que me faltaba oírlos hablar sobre un libro.
Ella era profesora de francés, y especializada en literatura francesa, hablaba entre queriendo ser casual, pero conciente que tenía que seducir o al menos gustar, por lo tanto el tono con el que hablaba era algo académico pero intentaba ser ameno, suave, sonriendo (igual, zzzzzzzzzz hotómetro bajo cero).
(Si fuera mi amiga le diría 'danger, danger')
Probablemente pertenezca a esas mujeres a las que le cuesta admitir que quisiera bajar su tono de mujer liberal intelectual postmofeminista, y admitir que le gustan cosas mas simples, como que le abran la puerta de un auto, que le gusta que le digan que tienen lindos ojos, o linda sonrisa, pero su miedo en convertirse en mujer objeto o repetir los parámetros de su madre, abuela, y demás prejuicios con el que probablemente creció, la hizo irse al otro extremo.
El siempre escuchaba atento, en un rol de hombre curtido pero sensible, que entiende a la mujer, dejando implícito lo que decantó su experiencia de hombre open mind (todo por un ‘promisorio’ después). Ojo, quizás fuera sensible y bla, bla, pero ahí lo potenciaba, y se notaba, al fin de cuentas estaba 'seduciendo'.
Como mujer el hombre está lejos de mi tipo, en todos los aspectos, y si fuera hombre, ella también lo estaría aun más. Me aburrían, escuchar lo previsible, tonos anunciados, donde no había un mínimo de juego, de complicidad, ni espontaneidad, sino dos bien pensantes actuando como tales, eran lo opuesto a todo lo que vivo como atracción y seducción. Y no es por la diferencia de edad, sino un tema de actitud, que tiene que ver más con una idiosincracia.
Pensaba en su después 'de', los imagino, fumando en la cama, haciéndose los conflictuados, hablando de experiencias pasadas, para seguir en su rol de bien pensantes, desde otro lugar mas sincero, pero igual de aburrido.
Mucho show off, demasiados prejuicios, camuflaje, se juega a develar 'misterios' que no son tales, sino una limitación para apreciar las transparencias en aras de un juego de velos masturbatorio.
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